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V. I. Lenin

 

DISCURSO EN EL I CONGRESO DE TODA RUSIA DE OBRERAS

 

 


Pronunciado: El 19 de noviembre de 1918.
Primera publicación: Como breve comunicado de prensa, el 20 de noviembre de 1918 en el número 255 de “Izvestia” del CEC de toda Rusia".
Fuente:  “Discurso en el I Congreso de Toda Rusia de Obreras (19 de noviembre de 1918)”, en V. I. Lenin, Obras completas, Madrid: Akal, 1978, tomo 30, pp. 25-27.
Digitalizado para el MIA: Daniel Gaido, abril de 2019.
HTML: Juan Fajardo, mayo de 2019.


 

 


(Las delegadas saludan al camarada Lenin con clamorosos aplausos.)

Camaradas, en cierto sentido este Congreso del sector femenino del ejército proletario, tiene un significado especial, porque en todos los países son las mujeres quienes con más dificultad se suman al movimiento. No puede haber revolución socialista si la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras no participan en gran medida en ella.

En todos los países civilizados, incluso en los más avanzados, las mujeres no son en realidad más que esclavas domésticas. En ningún Estado capitalista, ni siquiera en la más libre de las repúblicas, la mujer goza de plena igualdad de derechos.

Una de las primeras tareas de la República Soviética es liquidar todas las restricciones de los derechos de la mujer. El poder soviético ha eliminado por completo los trámites para el divorcio, esa fuente burguesa de degradación, agobio y humillación.

Pronto hará mi año que se promulgó la ley que establece plena libertad de divorcio. Hemos sancionado un decreto que anula toda diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, y que elimina las restricciones políticas. En ningún otro lugar del mundo han sido consagradas con tanta plenitud la igualdad y la libertad de la mujer trabajadora.

Sabemos que son las mujeres de la clase obrera las que soportan todo el peso de las leyes anticuadas.

Nuestra ley, por primera vez en la historia, ha eliminado todo lo que desconocía los derechos femeninos. Pero no es la ley lo que importa. En las ciudades y en las zonas industriales, esta ley sobre la plena libertad de matrimonio se cumple sin inconvenientes, pero en el campo con demasiada frecuencia es letra muerta. Allí aún predomina el matrimonio religioso. Ello se debe a la influencia de los sacerdotes, un mal que es más difícil de combatir que la antigua legislación.

Debemos ser en extremo cuidadosos cuando combatimos los prejuicios religiosos; hay quienes causan un gran daño en esta lucha porque ofenden los sentimientos religiosos. Debemos hacer uso de la propaganda y la educación. Si hacemos que la lucha se torne demasiado aguda, podemos provocar sólo el resentimiento popular; semejantes métodos de lucha tienden a perpetuar la división de las masas según su credo religioso, siendo que nuestra fuerza reside en la unidad. La fuente más profunda de los prejuicios religiosos está en la miseria y la ignorancia; y ese es el mal que debemos combatir.

Hasta ahora, la situación de la mujer podía compararse con la de una esclava; la mujer estaba encadenada a las tareas domésticas y sólo el socialismo puede salvarla de eso. Sólo será completamente libre cuando trasformemos la pequeña agricultura individual en agricultura colectiva y en cultivo colectivo de la tierra. Es una tarea difícil, pero ahora que se han constituido los comités de pobres, ha llegado el momento en que se consolida la revolución socialista.

Sólo ahora comienza a organizarse la parte más pobre de la población rural, y en estas organizaciones de los pobres el socialismo adquiere una base sólida.

Antes ocurría con frecuencia que la ciudad emprendía el camino revolucionario y después de ella actuaba el campo.

La presente revolución se apoya en el campo y en esto reside su significado y su fuerza. La experiencia de todos los movimientos de liberación ha demostrado que el éxito de la revolución depende del grado en que participen en ella las mujeres. El poder soviético hace todo cuanto puede para que la mujer desarrolle una actividad socialista proletaria independiente.

El gobierno soviético se encuentra en una situación difícil, por cuanto los imperialistas de todos los países odian a la Rusia soviética y se preparan para hacerle la guerra por haber encendido la hoguera de la revolución en toda una serie de países y por haber dado pasos decididos hacia el socialismo.

Ahora, que están empeñados en destruir a la Rusia revolucionaria, ellos mismos sienten cómo comienza a arder el piso bajo sus pies. Ustedes saben cómo se está extendiendo el movimiento revolucionario en Alemania; en Dinamarca los obreros luchan contra el gobierno. Se fortalece el movimiento revolucionario en Suiza y Holanda. En estos países pequeños, el movimiento revolucionario en sí mismo no tiene importancia, pero es particularmente significativo porque en esos países no hubo guerra y tenían el más democrático régimen “legal”. Si países como esos se ponen en movimiento, esto infunde en nosotros la seguridad de que el movimiento revolucionario se extiende por todo el mundo.

Hasta ahora, ninguna república ha podido emancipar a la mujer. El poder soviético la ayuda. Nuestra causa es invencible, porque en todos los países se alza la invencible clase obrera. Este movimiento representa la difusión de la invencible revolución socialista. (Prolongados aplausos. Se canta “La Internacional”.)