Rosa Luxemburg

 

¿Qué quiere la Liga Espartaco?

Programa del Partido Comunista alemán

 

 


Escrito: 14 de diciembre de 1918.
Traduccion: Traduccion especial realizada para marxists.org por Daniel Gaido, en ocasion de sequicentenario del natalicio de Rosa Luxemburg, en base a «Was will der Spartakusbund?», Die Rote Fahne (Berlin), Nr. 29 vom 14. Dezember 1918, in Der Gründungsparteitag der KPD. Protokoll und Materialien. Herausgegeben und eingeleitet von Hermann Weber, Frankfurt am Main: Europäische Verlagsanst, 1969.
Transcripión/html: Juan Fajardo, 4 marzo 2021.


 

 

 

I.

El 9 de noviembre, trabajadores y soldados aplastaron el antiguo régimen en Alemania. En los campos de batalla de Francia se había desvanecido la sangrienta locura del dominio mundial del sable prusiano. La banda de criminales que encendió el fuego mundial y llevó a Alemania al mar de sangre había llegado al final de su camino. El pueblo, traicionado durante cuatro años, que al servicio de Moloch había olvidado su deber cultural, su sentido del honor y de la humanidad, que se dejó abusar por cualquier infamia, despertó de su parálisis de cuatro años, al acercarse al abismo.

El 9 de noviembre el proletariado alemán se levantó para deshacerse del yugo vergonzoso. Los Hohenzollern fueron expulsados, se eligieron consejos de trabajadores y soldados.

Pero los Hohenzollern nunca fueron más que mandaderos de la burguesía imperialista y de los aristócratas prusianos (Junkers). El dominio de la clase burguesa: ese es el verdadero culpable de la guerra mundial en Alemania como en Francia, en Rusia como en Inglaterra, en Europa como en América. Los capitalistas de todos los países: estos son los verdaderos instigadores del genocidio. El capital internacional: ese es el insaciable Baal, a cuya garganta ensangrentada son lanzados millones y millones de humeantes sacrificios humanos.

La guerra mundial ha colocado a la sociedad ante la siguiente disyuntiva: o la continuación del capitalismo, nuevas guerras y el hundimiento más rápido en el caos y la anarquía, o la abolición de la explotación capitalista.

Con el fin de la guerra mundial, el dominio de la clase burguesa perdió su derecho a existir. Ya no es capaz de sacar a la sociedad del terrible colapso económico que dejó atrás la orgía imperialista.

Los medios de producción han sido destruidos a gran escala. Millones de trabajadores, la mejor y más capaz estirpe de la clase trabajadora, han sido masacrados. Aquellos que permanecieron con vida aguardan la tristeza del desempleo cuando regresen a casa, el hambre y las enfermedades amenazan con destruir las raíces de la fuerza del pueblo. La quiebra financiera del Estado, como resultado de la inmensa carga de las deudas de guerra, es inevitable.

De toda esta sangrienta confusión y de este enorme abismo no hay salida, no hay salvación excepto bajo el socialismo. Sólo la revolución mundial del proletariado puede poner fin a este caos, puede proporcionar trabajo y pan para todos, puede terminar con la laceración mutua de los pueblos, puede traer la paz, la libertad y la verdadera cultura a la humanidad torturada. ¡Abajo el sistema del trabajo asalariado! Esa es la consigna del momento. El trabajo cooperativo debe reemplazar al trabajo asalariado y al dominio de clase. Los medios de trabajo deben dejar de ser el monopolio de una clase, deben convertirse en propiedad común de todos. ¡No más explotadores y explotados! Regulación de la producción y distribución de los productos en interés de la colectividad. Abolición tanto del modo de producción actual, de la explotación y el robo, como del comercio actual, que no es más que fraude.

¡En lugar de empleadores y esclavos asalariados: compañeros de trabajo libres! ¡Nadie sufrirá entonces el trabajo como un tormento, porque el trabajo será el deber de todos! Una existencia digna para todo aquel que cumple con su deber con la sociedad. ¡El hambre ya no será la maldición del trabajo, sino el castigo para el holgazán!

Únicamente en una sociedad socialista se extirpan las raíces del odio chovinista y de la esclavitud de los pueblos. Sólo entonces, la tierra dejará de ser salpicada por el holocausto de seres humanos. Y solamente entonces se podrá decir: ¡esta guerra fue la última!

En esta hora, el socialismo es la última tabla de salvación de la humanidad. Las palabras del Manifiesto Comunista resplandecen como un signo de fuego sobre los muros derrumbados de la sociedad capitalista: ¡Socialismo o hundimiento en la barbarie!

 

II

La realización del orden socialista de la sociedad es la tarea más grande que jamás haya tenido ante sí una clase y una revolución en la historia mundial. Esta tarea requiere una reestructuración completa del Estado y una revolución total en los fundamentos económicos y sociales de la sociedad.

Esta reestructuración y esta revolución no pueden ser decretados por ninguna autoridad, comisión o parlamento, sólo pueden ser abordadas y llevadas a cabo por las masas del pueblo.

En todas las revoluciones anteriores, una pequeña minoría del pueblo dirigió la lucha revolucionaria, le dio su objetivo y dirección, y sólo utilizó a las masas como una herramienta para hace triunfar sus propios intereses, los intereses de la minoría. La revolución socialista es la primera que no puede triunfar si no es en interés de la gran mayoría y solo gracias a la acción de la gran mayoría de los trabajadores.

La masa del proletariado está llamada no solo a fijar claramente las metas y la orientación de la revolución. También debe introducir el socialismo en la vida, paso a paso, a través de su propia actividad.

La esencia de la sociedad socialista consiste en que las grandes masas trabajadoras dejan de ser una masa gobernada para tomar parte activa en toda la vida política y económica, y a dirigirlas mediante su libre autodeterminación consciente.

Desde la cumbre del Estado hasta la más pequeña comunidad, la masa proletaria debe, por lo tanto, reemplazar a los órganos de gobierno de clase burguesa heredados, a los consejos federales, parlamentos, consejos municipales, con sus propios órganos de clase, con los consejos de trabajadores y soldados, ocupar todos los puestos, supervisar todas las funciones, medir todas las necesidades del Estado en función de sus propios intereses de clase y de sus tareas socialistas. Y sólo mediante una interacción viva y constante entre las masas populares y sus órganos, los consejos de obreros y soldados, podrán imprimir al Estado un espíritu socialista.

Tampoco la revolución económica puede tener lugar sino como un proceso sostenido por la acción de masas proletaria. Los simples decretos de las más altas autoridades revolucionarias sobre socialización son en sí mismos una palabra vacía. Solo la clase trabajadora puede hacer carne la palabra a través de sus propios actos. En dura lucha con el capital, cuerpo a cuerpo en cada fábrica, a través de la presión directa de las masas, mediante huelgas, mediante la creación de sus órganos representativos permanentes, los trabajadores pueden tomar el control de la producción y finalmente su gestión real.

Las masas proletarias deben aprender a convertirse, de máquinas muertas que el capitalista colocaba en el proceso de producción, en conductores pensantes, libres e independientes de este proceso. Deben adquirir un sentido de responsabilidad como miembros activos de la comunidad, que será la única propietaria de toda la riqueza social. Hay que desarrollar la diligencia sin un látigo empresarial, el máximo rendimiento sin superiores capitalistas, la disciplina sin yugo y el orden sin dominación. El más alto idealismo en interés de la comunidad, la más estricta autodisciplina, el verdadero sentido cívico de las masas son la base moral de la sociedad socialista, así como la estupidez, el egoísmo y la corrupción son la base moral de la sociedad capitalista.

Las masas trabajadoras sólo pueden adquirir todas estas virtudes cívicas socialistas, junto con el conocimiento y las habilidades para dirigir fábricas socialistas, a través de su propia actividad y de su propia experiencia.

La socialización de la sociedad sólo puede lograrse mediante la lucha dura e incansable de las masas trabajadoras en toda su amplitud, en todos los puntos donde se enfrentan los trabajadores con el capital, el pueblo contra el dominio de clase burgués. La liberación de la clase trabajadora debe ser obra de la clase trabajadora misma.

 

III

En las revoluciones burguesas, el derramamiento de sangre, el terror, el asesinato político fueron el arma indispensable de las clases en ascenso.

La revolución proletaria no necesita del terror para sus fines, odia y aborrece el asesinato. No necesita esas armas porque no combate a los individuos sino a las instituciones, porque no entra a la arena con ingenuas ilusiones cuyo desengaño tiene que vengar sangrientamente. No es un intento desesperado de una minoría de utilizar la fuerza para modernizar el mundo según su ideal, sino la acción de las grandes masas populares, llamadas a cumplir su misión histórica y a hacer realidad la necesidad histórica.

Pero la revolución proletaria es al mismo tiempo una sentencia de muerte para toda servidumbre y opresión. Por eso todos los capitalistas, los Junkers, los pequeñoburgueses, los oficiales, en una palabra, todos los beneficiarios y parásitos de la explotación y el dominio de clase se levantan contra la revolución proletaria como un solo hombre, en una lucha a vida o muerte.

Sería una locura creer que los capitalistas se someterán voluntariamente al veredicto socialista de un parlamento, de una asamblea nacional, que renunciarán silenciosamente a la propiedad, al lucro, al privilegio de la explotación. Todas las clases dominantes lucharon por sus privilegios con energía tenaz, hasta el final. Los patricios romanos como los barones feudales medievales, los caballeros ingleses como los esclavistas estadounidenses, los boyardos valacos como los fabricantes de seda de Lyon: todos han derramado ríos de sangre, pisado sobre cadáveres, cometido asesinatos y perpetrado incendios; todos instigaron a la guerra civil y a la traición para defender sus prerrogativas y su poder.

Como último vástago de la clase explotadora, la clase capitalista imperialista supera en brutalidad, en cinismo y en bajeza a todos sus predecesores. Defenderá lo que para ella es más sagrado, el lucro y el privilegio de la explotación, con uñas y dientes, con esos métodos sádicos que ha desplegado en toda la historia de la política colonial y en la última guerra mundial. Pondrá en movimiento cielo y tierra contra el proletariado. Movilizará al campesinado contra las ciudades, incitará a las capas atrasadas de la clase trabajadora contra la vanguardia socialista, instigará a los oficiales a la matanza, intentará paralizar toda medida socialista con mil medios de resistencia pasiva, atacará la revolución conjurando veinte Vendées, llamará al enemigo exterior, al hierro asesino de Clemenceau, Lloyd George y Wilson, y los traerá como salvadores; preferirá convertir al país en un montón de escombros humeantes que abandonar voluntariamente la esclavitud asalariada.

Toda esta resistencia debe romperse paso a paso, con puño de hierro y energía despiadada. A la violencia de la contrarrevolución burguesa debe oponerse la violencia revolucionaria del proletariado, a los ataques, intrigas y conspiraciones de la burguesía deben oponerse la indomable claridad de propósito, la vigilancia y la actividad siempre dispuestas de las masas proletarias, a los amenazantes peligros de la contrarrevolución debe oponerse el armamento del pueblo y el desarme de las clases dominantes, a las maniobras parlamentarias de obstrucción de la burguesía, la organización activa de los consejos de trabajadores y soldados, el poder concentrado, organizado y vigilante de la clase obrera. Sólo el frente único de todo el proletariado alemán, del sur de Alemania con el norte de Alemania, de los trabajadores urbanos con los rurales, de los obreros con los soldados, sólo el vivo contacto espiritual entre la revolución alemana y la internacional, la expansión de la revolución alemana y su transformación en una revolución mundial del proletariado son capaces de crear las bases de granito sobre las que se construirá el edificio del futuro.

La lucha por el socialismo es la guerra civil más violenta de la historia mundial, y la revolución proletaria debe preparar las herramientas necesarias para esta guerra civil, debe aprender a usarlas, a luchar y ganar.

Concentrar en las manos de las masas compactas del pueblo trabajador todo el poder político para las tareas de la revolución, eso es la dictadura del proletariado y, por tanto, la verdadera democracia. No donde el esclavo asalariado se sienta al lado del capitalista, el proletario rural al lado del terrateniente, en igualdad mentirosa, para debatir las cuestiones vitales en el parlamento, sino donde la masa de millones de proletarios se apodera de todo el poder del Estado con su puño encallecido, como el dios Thor de su martillo, para golpear a las clases dominantes en la cabeza: solo ahí está la democracia que no es un fraude para el pueblo.

Para que el proletariado pueda cumplir con estas tareas, la Liga Espartaco exige:

A. Como acción inmediata para asegurar la revolución:

1. Desarmar a toda la policía, a todos los oficiales, así como a todos los soldados no proletarios. Desarmar a todos los miembros de las clases dominantes.

2. Confiscación de todas las existencias de armas y municiones, así como de las fábricas de armamento, por los consejos de trabajadores y soldados.

3. Armamento de toda la población proletaria masculina adulta en el marco de las milicias obreras. Formación de una Guardia Roja de proletarios, como parte activa de la milicia para la protección permanente de la revolución de los ataques e intrigas contrarrevolucionarios.

4. Abolición del poder de mando de oficiales y suboficiales. Reemplazo de la obediencia militar, propia de cadáveres, por la disciplina voluntaria por parte de los soldados. Elección de todos los superiores jerárquicos por la tropa, con derecho a revocación en cualquier momento. Derogación del fuero militar.

5. Eliminación de todos los oficiales y suboficiales de todos los consejos de soldados.

6. Sustitución de todos los órganos políticos y de las autoridades del régimen anterior por representantes de los consejos de trabajadores y soldados.

7. Establecimiento de un tribunal revolucionario, ante el cual serán juzgados los principales responsables de la guerra y de su prolongación, los dos Hohenzollern, Ludendorff, Hindenburg, Tirpitz y demás criminales, así como todos los conspiradores de la contrarrevolución.

8. Confiscación inmediata de todos los productos alimenticios para asegurar la alimentación de la población.

B. En el campo político y social

1. Abolición de todos los estados individuales; república socialista alemana unificada.

2. Eliminación de todos los parlamentos y concejos municipales y asunción de sus funciones por los consejos de trabajadores y soldados, así como por sus comisiones y órganos ejecutivos.

3. Elección de consejos de trabajadores en toda Alemania por toda la población activa adulta de ambos sexos, en la ciudad y en el campo, según las unidades de producción, así como de los consejos de soldados por la tropa, excluyendo a los oficiales y suboficiales. Derecho de los trabajadores y soldados a destituir a sus representantes en cualquier momento.

4. Elecciones de delegados de los consejos de trabajadores y soldados en todo el país para el Consejo Central de los consejos de trabajadores y soldados, que debe elegir al Consejo Ejecutivo como el órgano supremo del poder legislativo y ejecutivo.

5. El Consejo Central se reunirá provisionalmente al menos cada tres meses, cada vez que se elijan nuevos delegados, para un control constante de las actividades del Consejo Ejecutivo y para establecer un contacto vivo entre la mayor parte de los consejos de trabajadores y soldados en el país y su máximo órgano gubernamental. Derecho de los consejos locales de trabajadores y soldados a revocar y reemplazar a sus representantes en el Consejo Central en cualquier momento, si no actúan en interés de sus miembros. Derecho del Consejo Ejecutivo a nombrar y destituir a los Comisarios del Pueblo (Volksbeauftragten), así como a las autoridades y funcionarios centrales del país.

6. Abolición de todas las diferencias de clase, órdenes y títulos. Completa igualdad jurídica y social entre los sexos.

7. Legislación social radical, acortamiento de la jornada laboral para controlar el desempleo y teniendo en cuenta el agotamiento físico de la población activa debido a la guerra mundial; jornada laboral máxima de seis horas.

8. Transformación inmediata y profunda del sistema de alimentación, vivienda y educación en el sentido y en el espíritu de la revolución proletaria.

C. Demandas económicas inmediatas

1. Confiscación de todas las propiedades e ingresos dinásticos en beneficio de la comunidad.

2. Cancelación de las deudas de los estados y de todas las deudas públicas, así como de todos los bonos de guerra, con excepción de las suscripciones hasta una determinada cantidad, que será determinada por el Consejo Central de los consejos de trabajadores y soldados.

3. Expropiación de la tierra de todas las empresas agrícolas grandes y medianas; formación de cooperativas agrícolas socialistas bajo una administración central uniforme en todo el imperio; las pequeñas explotaciones campesinas permanecerán en posesión de sus propietarios hasta que se incorporen voluntariamente a las cooperativas socialistas.

4. Expropiación de todos los bancos, minas, fundiciones y de todas las grandes empresas industriales y comerciales por parte de la República Soviética.

5. Confiscación de todos los bienes a partir de una determinada cantidad a determinar por el Consejo Central.

6. Toma de posesión de todo el sistema de transporte público por parte de la República Soviética.

7. Elección de comités de empresa en todas las fábricas para que, de acuerdo con los consejos de trabajadores, regulen los asuntos internos de las empresas y las condiciones de trabajo, controlen la producción y finalmente asuman la dirección de las fábricas.

8. Establecimiento de una Comisión central de huelga, la cual, junto con los comités de fábrica, debe garantizar un liderazgo uniforme, una dirección socialista y el apoyo más fuerte del poder político de los consejos de trabajadores y soldados al movimiento de huelga creciente en todo el país.

D. Tareas internacionales

Establecimiento inmediato de contactos con los partidos hermanos en el exterior a fin de proporcionar a la revolución socialista una base internacional, y de asegurar la paz a través de la fraternización internacional y del levantamiento revolucionario del proletariado mundial.

 

IV

Eso es lo que quiere la Liga Espartaco.

Y porque quiere eso, porque urge y organiza a las masas de los trabajadores, porque es la conciencia socialista de la revolución, es odiada, perseguida y calumniada por todos los enemigos abiertos y secretos de la revolución y del proletariado.

¡Crucifícalo! exclaman los capitalistas, que tiemblan sobre sus cajas registradoras.

¡Crucifícalo! grita la pequeña burguesía, los oficiales, los antisemitas, los lacayos de la prensa burguesa, que tiemblan sobre las ollas de carne del dominio burgués.

¡Crucifícalo! repiten como un eco los estratos engañados, estafados y abusados de los trabajadores y soldados, que no saben que se enfurecen contra su propia carne y contra su propia sangre cuando se enfurecen contra la Liga Espartaco.

Todo lo que es contrarrevolucionario, antipopular, antisocialista, ambiguo, oscuro, poco claro, se une en el odio y la calumnia contra la Liga Espartaco. Esto confirma que en ella late el corazón de la revolución, que el futuro le pertenece.

La Liga Espartaco no es un partido que quiera ganar poder sobre las masas trabajadoras o a través de las masas trabajadoras. La Liga Espartaco es solo la parte más decidida del proletariado, que a cada paso atrae a toda la amplia masa de la clase trabajadora a sus tareas históricas, la que representa el objetivo final socialista en cada etapa de la revolución y los intereses de la revolución proletaria mundial en todas las cuestiones nacionales.

La Liga Espartaco se niega a compartir el poder del gobierno con los secuaces de la burguesía, con Scheidemann y Ebert, porque ve en tal cooperación una traición a los principios del socialismo, un fortalecimiento de la contrarrevolución y una parálisis de la revolución.

La Liga Espartaco también se negará a llegar al poder solo porque Scheidemann y Ebert se hayan derrumbado y los socialdemócratas independientes hayan llegado a un callejón sin salida al cooperar con ellos.

La Liga Espartaco nunca asumirá el poder del gobierno más que a través de la voluntad clara e inequívoca de la gran mayoría de las masas proletarias en Alemania, más que en virtud de su consentimiento consciente a los puntos de vista, objetivos y métodos de lucha de la Liga Espartaco.

La revolución proletaria sólo puede abrirse camino hacia la plena claridad y madurez gradualmente, paso a paso, en el Gólgota de sus propias amargas experiencias, a través de derrotas y victorias.

La victoria de la Liga Espartaco no es se sitúa al comienzo, sino al final de la revolución: es idéntica a la victoria de los millones de hombres que forman la masa del proletariado socialista.

¡Vamos, proletarios! ¡A luchar! Hay un mundo que conquistar y un mundo contra el que luchar. En esta última lucha de clases en la historia mundial por los más altos objetivos de la humanidad, hay que aplicar con el enemigo la consigna: ¡El pulgar sobre el ojo y la rodilla sobre el pecho!