Rosa Scheiner

 

Rosa Luxemburg – Símbolo de la Rebeldía Proletaria

 

 


Fuente: R. Scheiner, "Rosa Luxemburg – Símbolo de la Rebeldía Proletaria", revista Izquierda, Año 1, Núm. 4, Buenos Aires - Argentina, Febrero-Marzo 1935; págs. 13-16.
Transcripto por: Juan Fajardo, 2018.


 

 

 

Entre la magnífica pléade de mujeres que han consagrado sus vidas a la causa proletaria, la figura de Rosa Luxemburgo se destaca en su extraordinaria intelectual y moral.

Cada aniversario de su asesinato por las hordas contrarrevolucionarias alemanas, (15 de Enero de 1919), renueva a la admiración por esa mujer símbolo.

Desaparecía a una edad temprana. Contaba 48 años, cuando al ser transportada a la cárcel durante los luctuosos días de la insurrección espartaquista, en Berlín, fue ultimada por la soldadezca de la guardia y arrojada al canal.

Su sangre generosa cae sobre los Noske, Scheidemann y Cía., los pretendidos socialistas que, fieles a su fobia revolucionaria, solo supieron hacer desde el poder una reedición de las más inhumanas represiones burguesas contra las luchas obreras por la redención de su clase.

Socialismo de contrabando, que no sirvió sino para eliminar vidas tan fecundas, inteligencias tan claras y nobles, como la de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y a centenares de camaradas abnegados que les acompañaron en la lucha heroica.

Triste debut que tiene su lógica consecuencia al avasallamiento actual del pueblo alemán por la dictadura “nacional-socialista” de la burguesía.

ROSA ROJA

Una vida de pasión y de sacrificio – tal fue la de Rosa Luxemburgo. “Rosa Roja” la llamaron los obreros a partir del año 1905, después de verdaderas proezas que realizara en aquella memorable jornada de la Revolución Rusa en San Petesburgo, adonde fuera apenas estallado el movimiento.

Magnífica rosa roja cultivada no en tibios invernáculos por manos amorosas; no. Su jardinero fué la vida misma, una vida dura, accidentada, temeraria, henchida de emociones y aprendizajes.

El suelo que la nutrió fue la aspereza de la lucha, regado pródigamente por las lágrimas y la sangre de los oprimidos.

Pasando por las lóbregas celdas de las cárceles, respirando su aire infecto, creció en lozanía y esplendor la rosa proletaria, para ser dehojada brutalmente en la plenitud de su belleza…

Unía a un temperamento apasionado y enérgico, una poderosa inteligencia, ya austera, ya irónica, pero de una ironía juguetona y amable. Y por sobre todo, emanaba de ella un irresistible don de simpatía.

Nidia Lamarque dice en su hermosa semblanza de Rosa publicada en la revista peruana “Amauta”, fundada por José Carlos Mariátegui: “Pero hundida en su celda, se halla más presente que nunca entre sus correligionarios: porque en la cárcel es donde especialmente le sirve su innato poder de seducción. No tiene carceleros, tiene amigos; los más rudos guardianes, los carceleros más brutales se sienten desarmados delante de esa gracia sonriente, de esa profunda simpatía humana. Así sus cartas son más numerosas de lo que permiten los reglamentos, sus escritos burlan la censura, su espíritu vuela al otro lado de los sombríos muros de la cárcel.”

Sin embargo “su innato poder de seducción” no pudo impedir que en toda su agitada vida fuera atacada, y, a veces duramente, por sus camaradas de lucha. Y es que Rosa no acepta autoridad ideológica alguna. Desde su iniciación como socialista revela un profundo espíritu analítico y una absoluta franqueza en manifestar su pensamiento.

Tal carácter le depara sinsabores sin cuenta. Esto no la amilana, naturalmente. Mujer fuerte, las dificultades, los choques no hacen más que templar su espíritu de luchadora.

Poco menos que adolescente, no vacila en plantarse frente al Partido Socialista de Polonia (su país natal), señalando su carácter aburguesado, sin asomo de orientación marxista. Hay quien afirma que el mote de social-patriota fué lanzado por Rosa, aplicándolo a los socialistas polacos.

No tardó en agrupar en torno suyo a un pequeño núcleo de compañeros, que se separó del Partido Socialista polaco.

Obligada, a los 18 años de edad, a huir de Polonia, a raíz de las persecuciones zaristas, Rosa Luxemburgo se radica en Zurich (Suiza), Meca de los refugiados políticos. Pocos años después se realiza en esa ciudad el 2º. Congreso de la IIa Internacional (1893). Rosa, representando el minúsculo grupo disidente, se presenta al Congreso pidiendo su admisión. Se le rechaza. No se conoce más Partido Socialista que el consagrado. Al mismo tiempo se le hace el cruel agravio, y estando presente Engels, invitándola a abandonar el Congreso. “Puede ser que llorara, dice Riazanov(1) refiriéndose al episodio, pero no abandonó ni a Marx, ni a Engels, ni al socialismo científico”. Y agrega el mismo autor: “Rosa Luxemburgo probó ser verdaderamente discípula de Marx y Engels, representantes de los intelectuales revolucionarios, cuya principal misión es la de ayudar a la clase obrera a tener conciencia de sí misma y hacer de los obreros-revolucionarios no intelectuales, sino obreros ilustrados”.

Rosa Luxemburgo hizo más: no satisfecha, le dió continuos ejemplos de heroísmo, con un completo olvido de sí misma. El nuevo Plutarco a quien tocara hacer las “Vidas paralelas” de la epopeya revolucionaria obrera anti-capitalista, tendría un la exaltada figura de Rosa un rico material humano.

 

ROSA – POLEMISTA

Estudiosa a carta cabal, su privilegiada inteligencia no se dio reposo hasta conocer a fondo todo itinerario ideológico trazado por el genio de Marx. Admiradora fervorosa, jamás lo fue incondicional; jamás descendió hasta el fetichismo marxista. Tuvo bastante independencia intelectual para no callar su desacuerdo con algunos puntos del “Capital” y, si bien sin tocar las líneas fundamentales, que siempre encontró magistrales. No faltaron entre sus camaradas más ilustres, y no eran pocos, los que le llenaron de ataques e improperios … A fuerza de “ortodoxos” no perdonaban a Rosa ese rasgo de autonomía mental. Sin embargo muchos de ellos traicionaron a la postre los grandes postulados marxistas, que Rosa supo honrar hasta el instante último de su existencia.

Cuando en el año 18989 apareció en la “Neue Zeit” (Nuevos Tiempos), órgano social-demócrata dirigido por Karl Kautsky, la serie de artículos de Eduardo Bernstein sobre “Problemas socialistas” interpretando la oposición oportunista, Rosa participó de la agitada polémica, ocupando un puesto de primera plana junto a Kautsky, Bebel, Clara Zetkin y otros.

En una serie de artículos medulares hizo Rosa su réplica al padre del revisionismo.

Poco después, Bernstein empeñado más que nunca en “revisar” a Marx, escribía su libro “Socialismo evolucionista”, en el que a fuerza de corregir a Marx, su teoría económica y su doctrina histórico-social, presentó en su lugar un engendro ideológico que de socialismo sólo tenía el nombre. Desde entonces Rosa escribe siempre en el “Neue Zeit”, la segunda serie de artículos recopilados tanto los unos como los otros en libro titulado “Reforma … o revolución?” En ellos hace un análisis despiadado de todos los descubrimientos bernstenianos; “su peregrina teoría de la adaptación del capitalismo” a las necesidades del socialismo; su famosa divisa de “el fin no es nada, y el movimiento es todo”; su pretendida “implantación gradual” del socialismo, etc., etc. … Después de un cúmulo de mazazos formidables que Rosa asesta a las ocurrencias de Bernstein, remacha su argumentación con una frase burlona: “La sugestión de Fourier de convertir en limonada el agua del mar por medio del sistema falausteriano, fué ciertamente fantástica. Pero la idea de Bernstein de transformar el mar de amargura capitalista en uno de dulzuras socialistas, vertiendo a vasos la limonada reformista, además de ser de un dudoso gusto, no cede en fantasía a la otra”(2).

Al estudiar el carácter específico de la democracia en medio del auge capitalista, carácter que no comprende Bernstein como todos los reformistas de ayer y hoy, hace Rosa esta aguda observación: “La idea de una mayoría parlamentaria social-demócrata se presenta en el espíritu del liberalismo(3) solamente como una posibilidad en lo que solo al lado formal de la democracia cuenta, pero de ninguna manera su contenido real. Y entonces el parlamentarismo se presenta para nosotros no como un elemento inmediato socialista que haya de minar poco a poco la sociedad capitalista, como admite Bernstein, sino por el contrario, como un medio específico del Estado burgués que madura y que da cima a las contradicciones capitalistas.”

No encaja en los limitados marcos de un artículo periodístico ilustrar con citas la brillante refutación hecha por Rosa Luxemburgo del sistema bernsteiniano. Nos remitimos a la curiosidad del leader que aún no ha gustado las páginas de Rosa. Verá en ellas que buena cuenta ha dado de ese socialismo sui-géneris, que profetiza: el aplacamiento del antagonismo de clases y por ende de la lucha de clases dentro del régimen capitalista; que promete la paulatina merma de las contradicciones que chocan furiosamente en el seno de la economía capitalista; que niega la concentración del capital; que anticipa la desaparición de las grandes crisis generales; que niega el empobrecimiento de los obreros … Afirmaciones que hacen innecesario el objetivo final de la lucha proletaria, o sea la abolición de la propiedad privada e implantación de la colectiva. Consecuente con todo ese cúmulo de “postulados”, Bernstein termina por negar asimismo el “objetivo final”, confiando tiernamente en la sabiduría burguesa, que hará aparecer como pueril la “teoría del derrumbamiento” de ese viejo Marx, tan profundamente equivocado …

 

VISION PROFETICA DE ROSA

En el año 1899, el mismo de la aparición del libro de Bernstein, se realizaba en Hanover el Congreso del Partido, donde a iniciativa de Bebel se aprobó una resolución que reafirmaba la fé marxista. Esta resolución dejaba derrotado a Bernstein y sus partidarios.

Rosa, no satisfecha con eso, pidió la expulsión de los reformistas. Su pedido fué rechazado. Los revisionistas quedaron pues en el seno del Partido, libres de ir intoxicando la masa partidaria con su potaje descompuesto.

Maravilla, en verdad, como la joven revolucionaria, tildada por muchos de sus talentosos camaradas de histérica, romántica, ingenua, etc., tuvo en aquella oportunidad la visión real de la terrible descomposición que el mal reformista iba a causar al movimiento proletario del mundo, y al alemán en particular.

Visión que estuvo ausente de tantos “ortodoxos” de positivo talento –como Plejanow, Kautsky y otros, que aún cuando en un comienzo combatieron duramente la corriente revisionista, en última instancia, cayeron en ella.

 

ACCION Y PENSAMIENTO

Rosa Luxemburgo dividía su tiempo entre el estudio y la acción. Tan intenso uno como la otra. Como agitadora y propagandista incansable ejercía una influencia electrizante, a lo que mucho debía contribuir su natural vehemencia. A partir de la revolución rusa de 1905, se vuelve poco menos el ídolo de la masa consciente. Muchas enseñanzas sacó ella de esa formidable explosión popular y de sus consecuencias –y desde entonces comienzan a acentuarse sus divergencias con Kautsky – divergencias que se ahondan cada vez, pese a la vieja y entrañable amistad que le unía a él y a su mujer. Y es que Kautsky y los suyos se alejaban cada vez más del ideario marxista, Rosa sentía plenamente identificada con él. Y para siempre.

Profesoara de Economía política en la Escuela Obrera Superior de Berlín desde 1907, dedicaba a su cátedra sus mejores afanes. De esa época data su “Introducción a la economía política”, obra que se ha publicado algunos años después de su muerte.

La obra que le coloca entre los más brillantes teóricos marxistas es “La acumulación del capital”, publicada en 1913, pocos meses antes de la gran guerra imperialista de 1914. En ese libro estudia Rosa las raíces económicas de la política imperialista del capitalismo contemporáneo.

“La acumulación del capital” llamó poderosamente la atención de autores socialistas, y también burgueses. Aún cuando disintieran en criterio respecto a la idea fundamental del libro, todos estuvieron de acuerdo que tenía un extraordinario valor teórico y práctico.

Pero … curioso destino de ese libro, hecho por una marxista aguerrida y destinado por ella a orientar la lucha del proletariado contra el avance del imperialismo! Tanto en el seno de la socialdemocracia, como más tarde en el mundo intelectual comunista y ya después de la gloriosa muerte de Rosa, “La acumulación …” ha levantado un mar de réplicas y algunas agresivas.

Hasta se llegó a acusarla de anti-marxista.

Ella critica algunos aspectos de la teoría de Marx sobre la realización de la plus-valía con miras a la acumulación del capital. No comparte su criterio –según el cual parte del beneficio que el capitalista destina a la acumulación, puede realizarse exclusivamente en un medio capitalista, es decir solamente a expensas del asalariado.

Rosa sostiene, y es la idea fundamental de la obra, que dicha plus-valía debe forzosamente producirse además en los países donde no existe la economía capitalista. Solo así ella se explica el afán del capitalismo de conquistar los más lejanos territorios, para convertirlos en lucrativos mercados para sus productos, y echar a la vez las bases de la producción capitalista. Esa teoría convierte Luxemburgo en el resorte íntimo del imperialismo.

Ella afirma que Marx ha planteado ese problema pero sin haberlo resuelto; quizás porque la muerte se lo impidiese. El propósito de Rosa fué, según sus afirmaciones, aclararlo y desarrollarlo sirviéndose de la abundante documentación, que su espíritu estudioso ha recogido en la plena apoteosis del imperialismo, que le ha tocado vivir.

Entre sus refutadores figuran ideólogos tan representativos como Bujarin, Otto Bauer, Elena Bauer, Julius Dickmann y otros. Lenin encontraba reparos a la teoría de Luxemburgo.

Entre sus apologistas figura Franz Mehring, el eminente historiador del socialismo alemán, que conceptúa “La acumulación del capital” como la obra marxista que más se acerca al “Capital”(4).

 

ROSA FRENTE A LA PSICOSIS GUERRERA

El estallido de la guerra de 1914 puso en descubierto que la gangrena reformista hacía en el voluminoso cuerpo de la social-democracia alemana. El Partido, que en el Congreso Internacional de 1907 en Stuttgart aprobara una resolución antiguerrera redactada por Bebel y completada con dos parágrafos de Lenin, Luxemburgo y Martow(5) de un contenido revolucionario; el Partido que en dos congresos posteriores (de 1910 y 1912) ratificara dicha resolución, ese Partido se encontró en Agosto de 1914 completamente desorientado e incapaz de materializar sus declaraciones antibélicas.

Y es que el nacionalismo iba desde hacía mucho tiempo atrás minando la ideología marxista de sus líderes y de la masa partidaria.

En 1914 los socialdemócratas alemanes no fueron más que alemanes a secas, tal como lo quiso el Kaiser Guillermo que en esa hora agitada anunciara desde el balcón de su palacio en Berlín, “En las luchas que se avecinan no quiero saber nada de partidos en mi pueblo. No haya entre nosotros sino alemanes”(6).

La psicosis guerrera se apoderó, pues, de la socialdemocracia alemana. Las CLAUDICACIONES EN LA TEORIA SE TRADUJERON, como fatalmente DEBIA OCURRIR, EN CLAUDICACIONES EN LA PRACTICA. Ya lo dijo Lenin: Sin teoría revolucionaria, no hay acción revolucionaria.

En esa hora trágica la socialdemocracia alemana escribió su propia sentencia de muerte. Rosa, enferma, denuncia la traición y es detenida.

Permanece en la cárcel desde 1915 hasta 1918 –en que, triunfante la revolución, recobra la libertad.

Desde la cárcel –lejos de callarse, escribió artículos fulminándolos. Desenmascara a los marxistas, a los “ortodoxos” de ayer e insiste sobre la esencia internacionalista del proletariado y su misión revolucionaria.

Frente a los nuevos descalabros de los socialdemócratas en el poder, frente a su política tortuosa llena de compromisos con la burguesía, Rosa se alza llena de coraje. Desde las tribunas callejeras y desde las columnas de “Rote Fahne” (Bandera Roja) –órgano del grupo Espartaco fundado al estallar la guerra y dirigido por ella, preconiza la revolución proletaria para la implantación del socialismo auténtico. El ejemplo de Rusia la anima y la exalta.

Su inflamada palabra siembra un entusiasmo delirante entre la masa obrera. La burguesía se enfurece por momentos. Luxemburgo y Liebknecht son acorralados, perseguidos y amenazados de muerte.

Rosa no cede. Sigue dirigiendo “Rote Fahne” con un soberbio desprecio del peligro.

La insurrección espartaquista estalla bajo su impulso electrizante, el gobierno social-demócrata, de Ebert, de Noske y demás, lleva a cabo su represión inhumana, digna de un Pobiedoustzew.

Contra tanta traición y tanta vergüenza se levanta Rosa, asqueada, terrible. Despliega una actitud extraordinaria. Arenga a las masas, escribe, no se dá un momento de reposo. Sus artículos son rechazados por el “Vorwärts”, órgano oficial del Partido.

Enferma, en medio de un recrudecimiento de una vieja afección al corazón, lucha sin desmayar un solo instante contra la gigantesca ola nacionalista que todo lo invade.

Hay que hacerla enmudecer. Y la detienen.

Poco después Rosa caía, serena y altiva como los héroes legendarios.

¿Fué una criatura ideal, perfecta?

Ni por un momento sostenemos tal absurdo, ¿Cómo iba a serlo una criatura de carne y huesos? ¿Cómo no iba a tener flaquezas y errores?

Pero por sobre todos los que pudiera adolecer, se erguía su espíritu viril y su fuerte intelecto, puestos al servicio de la lucha proletaria.

Ello basta y sobra para tributarle la más fervorosa admiración.

Lenin lo comprendió muy bien. En medio de los furibundos improperios que los comunistas rusos dejaron caer sobre Rosa a raíz de su actitud en el Congreso que dio por fundado el Partido Comunista Alemán, abogando ella por una Constituyente, el gran jefe de la Revolución Rusa dijo con esa diáfana manera: “No se tiene el derecho de asirse obstinadamente a sus errores. También el águila puede volar más bajo que una gallina, pero no deja de ser por eso un águila de las montañas”.

ROSA SCHEINER

 

 

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(1) Marx y Engels – Riazanow. Claridad, pág. 180

(2) Reforma o Revolución? Rosa Luxemburgo, Págs. 81 y 82

(3) Subrayado por nosotros.  [En la revista no es evidente ningún subyarado. - Nota del transcriptor]

(4) Lucien Laurat – Acumulación del capital. Prólogo. Página 20.

(5) Max Beer – Historia general del socialismo. Página 494.

(6) Ferdinand Tönnies – Desarrollo de la cuestión social. Página 138.

(7) Ministro del Interior del zar Alejandro III, padre de Nicolás II. [En la fuente no aparece la referencia en el texto. - Nota del transcriptor]