Redactado: Por Maria Lacerda de
Moura en 1932.
Fuente del texto para la traducción: Lacerda de Moura, Maria. Serviço
militar obrigatorio para a mulher? Recuso-me! Denuncio!, Editorial “A Sementeira”, Sao Paulo, Febrero de 1933.
Traducción: Juan Fajardo, para Marxists Internet
Archive, 6 de setiembre de 2025.
Sin Patria, sin Fronteras, sin Familia y sin Religión... "Afirmando" la Humanidad, debo "negar la Ciudad"... Fuera de la Ley: Rechazo los derechos de Ciudadanía. El Estado, como la Iglesia, son de origen divino... El patriotismo, el nacionalismo, las fronteras y la bandera nacional son corolarios.
Ídolos voraces, los dioses de ejércitos y de autos-da-fe exigen víctimas masivas.
A mi familia soy yo quien la escoge.
La Ley impide el derecho a elegir, y las costumbres consolidan las leyes.
La Ley no tiene nada que ver con mis predilecciones afectivas.
De hecho, podemos definir la Ley con las palabras de Rafael Barrett:
"La Ley se establece para preservar y fortalecer las posiciones de la mayoría dominante; así, en los tiempos actuales, cuando el arma de la mayoría es el dinero, el principal objetivo de las leyes es mantener inalterada la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres".
La prueba cabal está en la quema de trigo, de café, de la sobreproducción — cuando hay 75.000.000 de hambrientos en el mundo sin trabajo— para mantener el precio alto de las mercancías, en beneficio, no del productor, sino del capitalista, quien se apodera del producto, y el trabajo del productor se inutiliza y lo dejamos luchando contra la miseria y la falta de empleo.
Una sociedad capaz de organizar perversamente, legalmente, de tal manera las costumbres bárbaras de acumular riqueza a costa del hambre, y de tal refinamiento de crueldad no merece en absoluto ninguna concesión.
Seamos objetores de conciencia, ahora que en Brasil se discuten proyectos para una Constitución muy moderna, que raya en el Fascismo...
Porque, si para las trincheras, se hace una selección (¡a la inversa!) y son escogidos los fuertes y jóvenes para el servicio militar en la retaguardia, en las próximas guerras de exterminio, todos serán utilizados -- hombres, mujeres, ancianos, enfermos y niños.
Y no hagamos como los padres y congregaciones religiosas que organizan batallones y los envían a las trincheras, manteniéndose, más bien, prudentemente, a distancia, y luego se recusan del servicio militar obligatorio con el pretexto de la creencia religiosa...
No nos apoyemos en ninguna especie de muletas, y mucho menos en la muleta de ninguna religión — revelada o positiva.
Seamos objetores de conciencia -- por humanidad. Contra la tiranía. Contra la crueldad. Contra la violencia. Contra la autoridad. Contra todo despotismo. Contra la tiranía de la fuerza armada para la defensa del Estado --que es el partido de los de arriba.
En Brasil también nos encaminamos hacia un fascismo cruel y brutal.
Recientemente (12 de diciembre de 1932), en el banquete ofrecido al Gen. Goes Monteiro, el héroe del día se refirió a la "famosa" entrevista de Mussolini con Ludwig:
"La organización militar es una síntesis de la organización nacional. Sin una nación organizada y disciplinada, no puede haber Ejército. Sin Ejército, no puede haber soberanía. Sin soberanía, no hay Estado".
Y el Gen. Goes Monteiro añade que "la tendencia de la Constitución política brasileña debe estar constantemente orientada hacia la unidad total: política, social, moral, jurídica, económica y espiritual".
Esta es la disciplina a la que se refiere Mussolini... La "acción integrista"... Y además, dice el Gen. Goes Monteiro:
"Cualquier libertad concedida en contra de los intereses del Estado será un foco de donde pueden brotar gérmenes peligrosos. Cualquier libertad para fortalecer la seguridad del Estado es un bien para la colectividad que debe vivir en un permanente equilibrio social – la que solo la justicia incorruptible alcanzará, guiada por el sentido de nuestras realidades y necesidades". ("O Estado de São Paulo" — 13-12-32).
La concepción fascista del Estado es la de un ser con derecho a todo, de origen divino.
El individuo es absorbido por el Estado: y solo número, un elemento, material humano. Es el nuevo concepto de Estado no sólo es fascista sino también bolchevique.
Dice un artículo de Roger Crosti en "L'Europe Nouvelle" sobre la concepción fascista del Estado:
"Para los teóricos del Fascismo, como el Sr. Giovanni Gentile o el propio jefe de gobierno, el Estado es una actividad moral, una realidad ética, un programa, una misión, un espíritu".
"L’Etat c’est moi"... Nada nuevo... Lo que siempre se renueva es el orgullo de la "gente de arriba".
Luis XIV... Mussolini... el Bolchevismo...
Mussolini tiene razón:
El calificativo de "soberano" aplicado al pueblo no es más que una broma trágica...
Y el Estado moderno pisotea el cadáver más o menos descompuesto de la diosa Libertad y seguirá pisoteándolo...
La independencia individual está siendo reemplazada por el concepto de conciencia colectiva.
Pero ¿qué es la conciencia colectiva? —Es la conciencia de los jefes de Estado: — "L’Etat c’est moi"...
Coincide con esa concepción el discurso del Gen. Mariante, al saludar al Gen. Goes Monteiro en el mencionado homenaje durante el almuerzo en el Automóvil Club de Río:
"Es la alta dirección, sobre cuyos hombros debe recaer el funcionamiento de los demás órganos integrantes del organismo nacional, la que determina la ejecución de actos de violencia. No le corresponde al Ejército discutir si tales actos son o no son justos. A él le corresponde afrontar la lucha con valentía, regar la tierra con su sangre, procurar triunfar sobre el adversario con el máximo honor e integridad de espíritu. ("El Estado de São Paulo" — 13 de diciembre de 1932).
Fue así que Mussolini decretó las "expediciones punitivas" que ensangrentaron Italia durante tres años.
Y es así que la tiranía restableció la crueldad en las cárceles fascistas, regresando a las torturas sistemáticas de la época medieval —para disciplinar... y pisotear el cadáver de la diosa libertad.
Nosotros también, lamentablemente, nos encaminamos hacia un Fascismo tragicómico.
Ya tenemos una policía especializada. Ya tenemos la "Carta del Trabajo" y el Ministerio... policial del Trabajo. Tendremos voto obligatorio para hombres y mujeres.
Tendremos "servicio militar obligatorio total", es decir, ¡para ambos sexos!
Me niego.
Denuncio.
¿Por qué la movilización "total" de Brasil?
¿Qué "enemigo" nos acecha?
Esto es fascismo: todo el Estado se moviliza en el servicio militar obligatorio total; se eliminan todos los movimientos de las masas trabajadoras a través de la "Carta del Lavoro" y del Ministerio del Trabajo; se "disciplina" al individuo mediante una mordaza, por la ley de prensa o por medio de expediciones punitivas y del aceite de ricino, y se tiene la "acción integralista", la unidad total —para que la "gente de arriba" pueda moverse a su antojo— a fin de más fácilmente vender el territorio y al pueblo trabajador, en vasallaje al imperialismo inglés o yanqui, del que ya no pasamos de colonia, y del que son los gobernantes los gerentes de la Sociedad Anónima Limitada— el Estado, perteneciente a los reyes del dólar o la libra.
Nuestra mentalidad, nacida de los portugueses "de gobierno y de fraternidad", no puede encontrar más que es camino. Servilmente, rumiamos sobre los caminos abiertos de la fuerza y la violencia. Y admiramos la brutalidad. Y pedimos el chicote del capataz.
En tres meses, hemos dado un paso gigantesco hacia el Fascismo: es el resultado del movimiento "pro-Constitución... encabezado por los “patriotas” de São Paulo. La violencia fortalece la violencia.
Otra casta inexistente hasta ahora ha surgido entre nosotros: la casta militar.
Y ahora, todo en Brasil será militarizado — para la Gloria de Dios y de la Iglesia, para la Gloria del Estado moderno, para la Gloria de las Milicias del Fascismo.
Nosotros, que hasta ahora hemos sido pacíficos por temperamento y tradición, de ahora en adelante seguiremos el llamado a la hazaña de la movilización total, listos para cualquier batalla, presagio seguro de cualquier victoria", según el lema fascista.
La atmósfera moral del mundo civilizado está infectada por el virus de la violencia. No se puede concebir una sociedad más vil, más hipócrita y más perversa. Es un crimen innombrable conocer esta simple verdad, comprobada por los acontecimientos cotidianos, y querer perpetuar la brutalidad y la tiranía que llegan hasta la muerte de la conciencia humana, la movilización de la cobardía y la tolerancia legalizada del crimen.
No podemos estar de acuerdo con el canibalismo de esta sociedad vampírica, que agota todo esfuerzo humano y cuya única preocupación es inventar medios policiales para reprimir la heroica valentía de la resistencia; es crear medios científicos y emplearlos legalmente en la técnica de maldad oficializada.
Y la mujer, la milenaria guardiana de esta civilización unisexual, la creadoras de vida, la sensibilidad aplastada por la prepotencia masculina, protestan contra la organización sistemática de los medios de destrucción del trabajo y de los medios para matar a la juventud.
Y su lema, la divisa de la mujer moderna por un mundo mejor, no es la violencia del vampirismo social erigido como dogma de la Patria o el becerro de oro.
Nuestra divisa es un postulado de humanidad:
ni carne femenina para los prostíbulos,
ni carne masculina para las bocas de los cañones.
Por ello, leemos, con repugnancia muy humana, los telegramas de Río, fechados el 30 de noviembre de 1932, cuyas temáticas de una exposición del proyecto de Constitución Brasileña, nos alarmaron hasta las fibras más íntimas, con una repulsión total.
El telegrama afirma categóricamente: “Se puede afirmar, de ahora en adelante, que el servicio militar será obligatorio para todo brasileño mayor de 21 años. En cuanto a eso, la futura Constitución incluirá un detalle interesante: las mujeres también estarán obligadas al alistamiento militar para integrarse a la comunidad política y social. Una vez llamadas, serán distribuidas por los diversos servicios auxiliares, como la Cruz Roja, la Administración, los Arsenales, etc.”
La superioridad manifiesta de la mujer como creadora de vida para perpetuar la especie, la maternidad, el alimento, el cuidado de los hijos y todas las consecuencias de esta esclavitud que la sociedad impone sobre las frágiles espaldas femeninas, debería ser suficiente para otorgarle a la mujer el derecho a vivir integrada en la comunidad política y social.
Hago mías las nobles palabras de Nelly Roussel, una de las grandes mujeres de talento y corazón al servicio de la emancipación humana:
"Lo que hay de grandeza y de dolor en la misión materna nunca estará demás repetírselo a los hombres inconscientes e incomprensibles. Y afirmar que quien ya soporta, sola, las más pesadas y sublimes cargas naturales y sociales, debe también, para ser 'igual al hombre en derechos y valor', compartir con él otras cargas, que él tuvo la triste locura de inventar; admitir que es su participación en la obra de la muerte lo que, en última instancia, le asegura la recompensa material y moral que siempre se le negó a su obra de la vida... eso me parece una especie de blasfemia.
Si todo derecho es consecuencia de un deber, ningún ser en el mundo tiene más derechos que la Madre.
Y, si la igualdad de derechos presupone las mismas responsabilidades, y que las las mujeres, en virtud de este principio, se consideran obligadas a participar en las tareas militares, pregunto: ¿Mediante qué medios se permite a los hombres participar, a su vez, en las responsabilidades maternas?”
Y es una gratuita y cruel injuria pretender que la Madre humana se vuelva inhumana y bestial —tornándose patriota y enviando a su hijo a las trincheras— en un gesto espartano que es una aberración de todas las leyes naturales.
Esto es lo que dice Léon Werth en “Clavel Soldat”, ese libro de guerra que es un dolor y un poema de desesperación y humanidad.
Esta es su última página, y la transcribo en homenaje a la verdadera maternidad:
"Clavel visitó a la madre de uno de sus compañeros de oficina, asesinado en el bosque de Apremont. Se encontró con una dama, sentada en su luto patriótico. Hay madres burguesas que no aman a sus hijos lo suficiente como para llorarlos si mueren en una época en que la costumbre exige que los jóvenes mueran. Ella le pregunta sobre su sector, un poco sorprendida, quizás decepcionada de que él también no hubiera muerto. Al salir de su casa, Clavel se sintió más abatido que bajo los bombardeos o frente a los cadáveres. Una vieja costurera que confeccionaba los vestidos de su madre lo libró de la desesperación. Su hijo de veinte años había muerto al salir de las trincheras. Ella le mostró el su última carta: “¡Lo que veo es demasiado horrible, demasiado horrible! No desearía ser herido, sanar, volver, volver a ver esto. Preferiría morir. Gracias por lo que has sido para mí”.
Y le dijo a Clavel: “Para que no muera, daría Francia y Alemania...”.
“Y...”, pensó Clavel, “¿quién la vengará?... ¿Y sobre quién recaerá la venganza?”
Una madre burguesa y patriota; una madre consciente, una carta de horror desde la trinchera.
Eso es la guerra. Ahí está toda la tragedia de las convenciones sociales. Ahí está “el gran drama de la guerra y la paz”, piensa Clavel.
Los hechos revelan a la mujer igual al hombre en refinamiento de la ferocidad y la destrucción animal y humana. Y es lógico. La educación de los sexos está estandarizada hacia los mismos sentimientos de clase o de partido.
Pero, con una profunda diferencia que debería constituir una ventaja para el hombre burgués: en las instituciones de educación superior y las academias científicas, el sexo masculino, tanto allí como en la escuela de la vida, encuentra un amplio margen para ejercitar su razón. Esto no significa que el hombre aproveche esta ventaja. No. Él se instruye para saber cómo mejor presentar el truco. “Triunfar en la vida social” es su lema, y para ascender en ella, se rebaja hasta reducir su espinazo a un símbolo...
Y la mujer burguesa, dondequiera que estudie, no va más allá de las emociones. Son casi divinas la excepciones, que se cuentan por números. No piensa, siente. Y siente, no con sentimiento: siente con instinto animal o con la sentimentalidad de la hoja de parra... docta en la moral de la epidermis. Es apasionada. No va más allá de la emoción primaria. No ha alcanzado el sentimiento, a pesar de toda la literatura académica. Está más cerca de la emoción animal: es rencorosa, odiosa, vengativa, persistente en sus intenciones. No puede controlarse. No controla sus pasiones. No quiere aprender a estar tranquila, a realizarse. Da rienda suelta a todos sus impulsos. Envuelve a un cachorrito mascota en franelas y lo pone sobre su almohada mientras ahuyenta a un niño pobre para que no ensucie sus tapetes.
Mme. Duchêne, una auténtica pacifista, relata haber escuchado a una madre con sus hijos y su yerno en el "frente" (1914-1918):
"Fui a Soissons. Oí el cañón, c’était très amusant!” Y continúa:
"Recuerdo una película que mostraba escenas atroces de guerra. De repente, aparece un perrito en la pantalla. Y muchas voces femeninas gritan: '¡Ay! ¡Pobre animalito!' Se lo señalé a Romain Rolland; fue al cine y, durante la misma escena, oyó el mismo grito de otras bocas".
Vale la pena continuar. Mme. Duchêne dice: "Un día recibí la visita de la Mme. Margarita Sarfati, una italiana, en una época en que Italia aún no había entrado en la guerra. Me dijo: '¿Cómo es que las francesas pudieron llegar a este estado? Solo vi a dos mujeres reaccionar como todas las mujeres deberían: Mme. Cruppi y usted.”
“Algún tiempo después”, continúa Mme. Duchêne con dulzura, “Italia entra en la guerra. Mme. Margarita Sarfati escribe un volumen, con una ilustración en la portada que, en sí misma, es un símbolo: la sangre fluye a raudales. Es un libro de entusiasmo bélico. Y hoy, Mme. Margarita Sarfati dirige una revista fascista”.
Aunque la conclusión de Mme. Duchêne no es de absoluto desaliento, llega a decir: “Creo que si los hombres no les tuvieran miedo a las mujeres, serían menos belicosos”.
Mme. Séverine, Mme. Duchêne, Nelly Roussel, las pocas mujeres intelectuales, burguesas o proletarias, que se opusieron a la guerra durante la guerra, protestando con palabras, negándose a contribuir a la masacre, no acudiendo a trabajar en los talleres y fábricas de municiones: estas son las verdaderas heroínas.
Pero la mujer se exalta, al igual que el hombre, al despertar el instinto animal de agresión. Es contra esta mentalidad de carniceros que debemos protestar en nombre de la humanidad.
La crueldad, el odio y el sentimiento de venganza siempre han sido atributos del esclavo social que no se deja vencer.
¿Y si analizáramos los hechos de los recientes acontecimientos en São Paulo?
Había varias señoras de la alta burguesía que daban a los hombres en la calle una nota que decía: “Viste faldas. Se un hombres. ¡Cobarde!” Y otros más exigentes. Hubo damas que abofeteaban a los policías en la calle, gritando "¡Traidor!". Otras decían: "Cuando los hombres mueran, iremos nosotras".
Y más doloroso aún: madres y profesoras movilizaron desfiles infantiles con pancartas: "Si es necesario, también iremos nosotros". Y hoy, en las escuelas de São Paulo, los maestros continúan la "educación" militar y guerrera de los pequeños paulistas para una revancha contras sus propios hermanos brasileños.
Durante la Primera Guerra Mundial, las mujeres francesas les sacaban los ojos a los prisioneros alemanes. Y Léon Werth, en "Clavel Soldat", cuenta que una "dura burguesa, con rostro de Juno, cejas serias y pecho prominente" decía: "Era enfermera en una estación. Me pidieron meriendas para los boches heridos. Respondí: "Doy pan … guardo la mantequilla para los heridos franceses.”
Las mejores hacen así...
Una mujer limita su rango de acción a sus allegados. Es la defensora de la ciudadela cerrada y egoísta de la familia de sangre dentro de la ley. O la defensora de la «Ciudad». Es, por lo tanto, reaccionaria, la defensora incondicional de los prejuicios sociales, patrióticos y religiosos, los pilares básicos sobre los que se asientan los forjadores de guerras.
Una mujer es tan inhumana como un hombre. Su lógica sentimentalista es lamentable, con una ridiculez infantil tan característica que llega a atraer simpatía.
Así, en todas las clases sociales, dentro del marco general de todas las culturas intelectuales femeninas, su lógica se subordina al afecto; es una lógica de partidos, apasionados, emocionales y altamente exaltados, que apoyan a sus seres más queridos o a su familia legal, a pesar de toda discordia interna...
De ahí su crueldad, su indiferencia o su ferocidad contra quienes podrían perjudicar a los suyos o contra quienes piensan de manera distinta.
Como intelectual, si se encierran en su partido, es lo mismo. De ahí las palabras de Kollontai: ("La Voix des Femmes" — 16 de marzo de 1922):
"La participación de las obreras y campesinas en el ejército soviético no debe apreciarse únicamente desde el punto de vista de la ayuda práctica que las mujeres ya han prestado en el ejército y en el frente, sino según la transformación que inevitablemente conduce a la cuestión de la participación de las mujeres en el trabajo militar".
Y Alexandra Kollontai es tan dura como el hombre de su partido y, como el hombre de cualquier partido, quiere arrastrar a las mujeres a las mismas feroces crueldades del instinto guerrero. Choca con toda la delicada grandeza de la misión femenina de paz y amor, queriendo igualarlas a los hombres en los derechos de la ferocidad exigida por el Estado. Kollontai dice:
"Si la Revolución de Octubre sentó las bases para la eliminación de la antigua desigualdad entre los sexos, la participación activa de las mujeres en los principales frentes comunes: el frente laboral, el Frente Rojo, aniquiló los últimos prejuicios que mantenían esta desigualdad".
Kollontai olvida la desigualdad de la esclavitud doméstica y la desigualdad mucho mayor de la maternidad... También dice:
"Desde el momento en que una mujer es llamada al ejército, la opinión de lo que es en la sociedad se forma definitivamente como la de un miembro del Estado, igual al hombre en derechos y valor".
Así en la Rusia bolchevique, así en la Italia fascista: mientras dure el peligro.
Tras esto, son obligadas, como hace poco en la Italia fascista, a jubilarse para dar paso a los hombres desempleados, cuyos derechos se adquieren mediante la fuerza secular del sexo...
Así pues, proletarias comunistas, burguesas fascistas, burguesas democráticas, ¡la mujer debe estar contenta! Dentro de la ley, pueden sacarle los ojos al enemigo.
Si hasta ahora se ha movilizado por placer, ahora será un número legalizado en el gran rebaño de carnicería en defensa de la Patria y la Religión.
Hace tres meses, en este Brasil pacifista, de ambas, las burguesas de São Paulo y las feministas de Río de Janeiro, se movilizaron para la guerra, brindando "consuelo moral" a los soldados, repartiendo sonrisas, bombones y cigarrillos.
Hicieron justicia a la defensa nacional…
Un excelente instrumento en manos de la reacción que vamos dando el nombre de "revolución".
Se alineó tan abiertamente con la violencia, tanto aplaudió, tanto honró a los "héroes", tanto deificó a los "victoriosos", tanto se puso al servicio de la matanza humana, tanto demostró sus cualidades masculinas que se ganó el derecho al voto, y con él, —el deber de matar.
Porque el hombre fuerte y varonil, victorioso y heroico, piensa que su propia madre no estuvo a su altura... Para tener derecho a sus derechos, debe igualarse a é en su bestialidad.
Los sexos son iguales en sus "imbecilidades específicas..."
Pero ambos son pacifistas, de la "raza de ovejas de los pacifistas pasivos", en la pintoresca frase de Romain Rolland.
Al igual que los hombres, las mujeres organizan embajadas de paz... al igual que los hombres en la Sociedad de Naciones o en las Conferencias de Desarme.
Y, al igual que los hombres, atacan trenes blindados o brindan "consuelo moral" a combatientes y prisioneros.
Las excepciones, hombres o mujeres, burgueses o proletarios, merecen todos los honores de los corazones nobles de quienes se han alzado por encima de la violencia y la crueldad.
La humanidad merece otras glorificaciones de amor y solidaridad, mucho más allá de los festines caníbales de los prostíbulos o las trincheras.
Por eso, suscribo las palabras de Romain Rolland:
"Constituyamos un frente único contra la guerra. Bajo esta bandera debemos formar un ejército de hombres y de mujeres de toda la Tierra para declarar e imponer la paz en el mundo. Nuestra campaña tiene un objetivo concreto —la guerra contra la guerra— y lo que menos nos importa es el uniforme de nuestros confederados. Lo único que nos interesa es su franqueza, su intrepidez, su abnegación absoluta a la causa que nos une." (Mensaje al Congreso Mundial Contra la Guerra, Ámsterdam, 27-28-29 de agosto de 1932).
Es más: en una entrevista reciente, Romain Rolland declara: “La guerra amenaza por todos lados. Debemos alzarnos contra ella y contra quienes la convierten en una industria. ¡Guerra a la guerra!”.
Y comenzamos protestando contra la movilización de hombres y mujeres al servicio de la guerra.
La guerra es la bestialidad despertada en el hombre: mientras los seres humanos no sepan resolver sus problemas ni sus necesidades mediante la razón, mientras sus recursos animales se limiten a la fuerza bruta y establezcan como ley el principio de la violencia carnívora, despedazándose como animales feroces sin siquiera el objetivo de luchar por el sustento inmediato, es inútil hablar de razón, espiritualidad, fraternidad, solidaridad, amor mutuo, verdad, justicia o evolución humana.
No somos más que bestias carnívoras. Por lo tanto, Einstein tiene razón:
"Me parece ridículo, por no decir trágico, que se espere que los técnicos pongan fin a esta barbarie que es la guerra. El desarme no es cuestión de técnica, sino de buena voluntad.”
Es una banalidad hablar del maravilloso resurgimiento de la tecnología en los últimos cien años. Estos inventos son tan peligrosos en manos de las generaciones actuales como una navaja en manos de un niño de tres años: en lugar de liberar al hombre, lo que hacen es aumentar sus preocupaciones y reducirlo al hambre.
Los armamentos modernos conducen a las guerras, y el desarrollo de la maquinaria en las fábricas conduce a la sobreproducción, es decir, al hambre.
Gracias a las mejoras tecnológicas, podremos eliminar, en un abrir y cerrar de ojos, miles de vidas humanas y el fruto de un inmenso trabajo.
La guerra debe ser declarada ilegal.
El mundo entero está al borde del fascismo. El enemigo común tiene dos nombres: guerra y fascismo. Nuestra bandera tiene dos lemas:
¡Guerra a la guerra!
¡Guerra al fascismo!
Y que no se suponga que la guerra sigue siendo una hipótesis y que pueda evitarse. De ninguna manera.
Hace ya hace dos años que la guerra —sin declaración de guerra— está en vigor entre Japón y China.
La India ha presenciado a diario, durante dos años, la masacre de hindúes con gas y ametralladoras.
En Sudamérica, lo sabemos de sobra...
En lugar de la "movilización total" de Brasil, si no hay demonio capaz de aprobar tal locura de la perversidad bestial de la sociedad capitalista, ¿por qué no pensar, primero, en la neutralidad absoluta, ante la macabra tragedia que el mundo civilizado, empapado de ciencia, prepara para nuestros miserables días?
Y si no se toma la resolución decisiva de combatir la guerra, si pueblos enteros e individuos aislados no desafían la guerra en pos de una neutralidad absoluta ante cualquier conflicto desatado por los gobiernos —cómplices de la Internacional Armamentista—, la lucha se extenderá automáticamente por todo el mundo, y los gases y microbios, la peste, el hambre y los rayos de la muerte no dejarán a nadie con quien luchar...
"No matarás."
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
"No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti."
La sociedad cristiana, piadosa y caritativa, es el Anticristo del Apocalipsis...
Es Joseph de Maístre quien abre las páginas del libro de Fernand Corcos, en su documentada y dolorosa investigación: "Mujeres en Guerra". Joseph de Maistre dice:
"En el vasto dominio de la naturaleza viva, reina una violencia manifiesta, una especie de rabia que arma a todos los seres... Así, hay insectos de presa, reptiles de presa, aves rapaces, peces rapaces y cuadrúpedos rapaces. No hay instante en el tiempo en que un ser vivo no sea devorado por otro. Por encima de estas numerosas razas de animales se encuentra el hombre, cuya mano destructora no escatima nada de lo vivo. Mata para alimentarse, mata para vestirse, mata para adornarse, mata para atacar, mata para defenderse, mata para instruirse, mata para divertirse —mata por matar….”
Y Joseph de Maistre razona con amargura: “Hay en el hombre, a pesar de su inmensa degradación, un elemento de amor que lo atrae hacia sus semejantes; la compasión le es tan natural como respirar. ¿Por qué magia inconcebible está siempre dispuesto, al primer toque de tambor, a despojarse de este carácter sagrado y marchar, sin resistencia, a menudo incluso con cierto regocijo, a reducir a pedazos, en el campo de batalla, a su hermano que nunca lo ha ofendido y que, a su vez, avanza para hacerle lo mismo, si puede?”
Fernand Corços, en ese libro, somete a la mujer a un interrogatorio muy bien documentado; coincide con De Maistre y pregunta:
“Sí, el hombre, pero ¿la mujer?”
Dada, por hechos rigurosamente catalogados, la equivalencia de “imbecilidades específicas...”, la mujer, arrastrada por la bestialidad masculina, con su educación estandarizada en la voracidad de los ídolos sangrientos de la Patria y la Religión, —entre las cartas de los intelectuales que figuran en su interesantísima documentación, encontramos este admirable concepto de Charles Gide:
"Aunque soy economista de profesión, no comparto la doctrina, tan de moda, de que la guerra no es más que el resultado de factores económicos. Son las pasiones, mucho más que los intereses, las que desencadenan las guerras. Las mujeres, incluso más que los hombres, están sujetas al impulso de las pasiones.”
El problema no se ha planteado en sus términos adecuados: la industria armamentística, el capitalismo y el mundo político y económico se aprovechan de las pasiones, excitan los instintos belicosos del patriotismo, recurren a prejuicios nacionalistas y desatan guerras en provecho de sus propios intereses de chacales que prosperan en los campos de batalla y ganan millones sobre montañas de cadáveres.
Y la Internacional Armamentista es, verdaderamente, la única Internacional sin Patria, sin fronteras, sin Familia y sin Religión...
Y es defendida ferozmente por la Patria, por los intereses de las fronteras, de la Familia y de la Religión...
Y es la fuerte conciencia colectiva reaccionaria la que persigue, exilia, martiriza, ejecuta y fusila a los humanos indeseables, los objetores de conciencia, cuya Patria es el Universo, cuya Familia es la Humanidad.
Hay tres maneras diferentes de conceptualizar el fin de las guerras.
1.º — Aumentando de los ejércitos. Multiplicando los arsenales. Haciendo crecer en calidad y cantidad las máquinas de guerra. Movilización general: hombres, mujeres, ancianos, enfermos y niños. Ejércitos gigantes que abarcan a toda la población civil. Gigantanasia en el sentido militar.
2.º — Limitación de armamentos.
3.º — Desarme.
Mientras en Ginebra se discute la limitación de armamentos o el desarme general en la trágica farsa de la Sociedad de Naciones, los gobiernos se arman hasta los dientes.
Este es el primer postulado vigente. La Rusia bolchevique movilizó permanentemente a las mujeres para la siguiente defensa de sus principios: el llamado a la Dictadura Proletaria.
La Italia Fascista organizó el fascio femenino y las competencias atléticas para mujeres.
Tengo en mis manos la edición alemana de “La lucha por el desarme”, en cuatro idiomas —inglés, alemán, francés y castellano— en la cual hay fotografías de chicas con uniforme militar, incluso con máscaras de gasa, otras en ejercicios de tiro, marchando, etc. Y los pies de foto:
"Hombres, mujeres, niños. —
"En lugar de barnizar los bancos de la escuela, los estudiantes polacos aprenden a montar como soldados de caballería y las chicas a disparar como infantería."
Y más:
"Hombres, mujeres, niños. —
"No solo en la Rusia Soviética, sino también en Polonia, Estados Unidos e Inglaterra, se da instrucción militar a las mujeres."
Japón sigue el mismo lema. Y, en la China modernizada, nacionalista-soviética, sabemos que las mujeres irán a las trincheras, como las rusas, cuando sea necesario.
Ya podemos ver que el primer argumento cuenta con un fuerte respaldo — por la paz general...
Quienes se oponen al primer método de idealizar la paz, sabiendo que la "defensa de la patria" es más importante que la maternidad y el parto; seguros de que toda la población civil será militarizada; conscientes de que, cuando las naciones emprendan este camino, la casta militar, guerrera y destructiva, dominará, y se les atribuirá todo el mérito de la masacre, en detrimento de todo lo demás (educación, salud, bienestar, etc.); que esto supondrá la llegada del crimen, el saqueo, la peste y la pobreza, sin resultado y sin beneficio alguno para la humanidad, porque “la ciencia ha matado la conciencia”; y que “la fuerza de cada nación no aumentará proporcionalmente, pero las pérdidas en vidas humanas y riqueza se magnificarán singularmente»; y, con la virulencia del ardor guerrero, el despertar de los instintos bestiales de la carnicería, más difícilmente serán apaciguados.
Exasperadas las pasiones, nadie podrá contener la ola de delirio y destrucción; y el respeto por la vida humana, el respeto por la libertad individual y el espíritu de independencia se convertirán en un mito dentro de una organización social de caníbales civilizados, intoxicados por la ciencia de matar.
Esta "locura planetaria" es el suicidio colectivo de la humanidad mediante la gigantesca guerra científica; —quienes se oponen a la gigantanasia de los ejércitos y a la movilización general de todos los seres utilizados en los departamentos de guerra comienzan a exigir límites en los armamentos o el desarme total.
Las dos últimas hipótesis son tan absurdas como la primera.
Limitar los armamentos es imposible en el estado agresivo e industrial al que se ha llegado en la organización social. Cada país busca la hegemonía y defiende agresivamente su imperialismo contra el imperialismo vecino.
Y la industria armamentística es la maquiavélica Asociación Anónima que gobierna el mundo moderno.
El desarme total es aún más utópico.
Primero sería necesario desarmar los espíritus. Y la humanidad no se compone de Cristos ni de Gandhis.
Sería necesario que todos los pueblos se transformaran en pueblos de apóstoles. Y la faz del mundo cambiaría... Pero un solo apóstol es amordazado o ejecutado, desatando más persecución, más odio y más violencia, más venganza y más crueldad de lo que sería necesario eliminarlo en beneficio de la “gente de arriba".
Pregúntenle a Sócrates y a Cristo.
Todo es anticristo en la sociedad cristiana.
Y Gandhi morirá voluntariamente antes que confesar que aún no es hora de despertar a los muertos...
Ofrecer la otra mejilla a la bofetada social, por amor, no puede prosperar en la civilización del becerro de oro que responde con boxeo o guerra científica: Inútil... Solo un pueblo entero de apóstoles a la altura de Gandhi.
Así, es la primera idea la que predomina bajo la máscara de la paz, con la intención de hegemonía e independencia nacionales frente a la independencia y hegemonía transfronterizas.
Por lo tanto, la "audaz iniciativa del proyecto de ley", redactada bajo la presidencia de M. Paul Boncour por la "Comisión de Estudio del Alto Consejo de Defensa Nacional" (Francia), defendida por el mismo caballero como "ponente" ante la Cámara, "consiste —según las consecuencias de la última guerra— en declarar que ya no hay distinción entre quienes son llamados bajo las banderas y los demás. Sin distinción de edad ni sexo, todos deben servir en los puestos que se les asignan, y todos los recursos del país deben ser utilizados para su liberación".
Así, lo que la mujer hace hoy, por placer, por voluntad propia, o dentro del fatalismo de la pasividad, o impulsadas por la cobardía de resistir al delirio colectivo —Cruz Roja, Cruz Azul, Cruz Verde, policía, reemplazo en los servicios públicos, organización de trabajos de ayuda y espionaje— tendrá que bastar para la movilización general.
Esto simplemente significa que ha llegado el momento crucial para tomar una decisión acorde con los sueños de fraternidad, solidaridad humana y no violencia que desde hace años vamos idealizando, nosotros, los vanguardistas, los forjadores del porvenir.
En cuanto a mí, me niego a contribuir a la carnicería civilizada de la inminente guerra científica.
Me niego a alistarme o a asistir a la convocatoria general de movilización.
Me niego a cooperar, de cualquier manera, con el ejército de exterminio de la vida humana y la falta de respeto a la libertad individual.
Desde ya me considero alistada junto a quienes serán sacrificados voluntariamente a la saña nacionalista.
Prefiero morir que matar.
Y prefiero morir que cooperar con la locura militarista y patriótica en la destrucción de la vida y la degradación de la dignidad individual.
Aguardo el día, muy cercano, en que el mundo entero, sumido en una guerra de exterminio, ordene el fusilamiento masivo de los objetores de conciencia en los cuatro cantos del planeta.
Y, desafiando la brutalidad colectiva, en lugar de esperar a que vengan a llevarme a la movilización, me ofreceré voluntaria para ser fusilada de inmediato, ahorrándome así la amargura de ver la locura del derecho a la fuerza, enmarcada en arco triunfal, pisoteando la conciencia humana iluminada por Cristo o dignificada por Gandhi.
Y que no se quejen las mujeres. Esta movilización es obra suya. Es el resultado de su ardor patriótico al servicio de gobiernos o partidos políticos. Es su inconsciencia, cariñosamente cultivada por la pasividad mental.
Es su servilismo, su domesticidad, lo que repite el lema de la civilización unisexual. Son las mujeres quienes, con elegancia, ayer y hoy, llenan los pasillos de los hospitales de la Cruz Roja, brindando consuelo moral, bombones y sonrisas y promesas a los guerreros.
Son ellas quienes se ofrecen a oficinas militares, arsenales y fábricas de municiones, y quienes lanzan flores a los soldados que, en masa, intimidados por la cantidad, pasan por los vagones, como carne para el matadero.
Son ellas quienes, endiosadas por el patriotismo y la religión, en las estaciones de tren, distribuyen sonrisas, refrigerios, dulces y cigarrillos, animando a los hombres a masacrar a sus hermanos. Son ellas quienes ayudan al clero a enviar carne de cañón, en ardor patriotico en nombre de aquel Cristo manso y dulce de corazón.[1]
Mañana, cuando se "legalice" y se declare la movilización de las mujeres, no se quején ni vayan a decir, como los hombres de hoy, civiles y militares, que "están obligadas", que van a "cumplircon un deber". Patriotas o pasivamente resignadas, son cómplices de los hombres en este trágico delirio de la gigantanasia militar.
¡Cumplir con un deber! ¡Cumplir con el deber de matar! Pero, ¿acaso no repugna a la conciencia la idea de asesinar o mutilar al prójimo?
¿Acaso no repugna la destrucción de todos los esfuerzos milenarios de la humanidad?
¿Y cómo se puede reconciliar la conciencia con la idea de matar al prójimo?
¿Quién me podrá convencer de que debo matar a alguien?
¿Qué fuerza humana puede armar mi brazo para quitarle la vida a mi hermano?
¿Quién tiene derecho a imponer a mi conciencia el deber de tomar las armas, fabricar armas o contribuir a la masacre de una guerra?
Este deber es cobardía colectiva. Y bestialidad humana.
Mi deber, el deber que me impone mi conciencia, es el de dejarme matar antes de que me obliguen, por una convención idiota y útil a los poderosos, a armarme para la masacre de mis hermanos.
De ninguna manera contribuiré, con mis esfuerzos, a esta odiosa carnicería, en nombre de los ídolos de la ley, la patria o la civilización.
Tendré la heroica valentía de la abstención, de la resistencia, del desafío.
Hago eco de las palabras de Einstein, el más grande científico viviente:
"Rechazaría todo servicio de guerra, directo o indirecto, e intentaría convencer a mis amigos de que adopten la misma actitud, independientemente de cualquier opinión crítica sobre las causas de las guerras."[2]
Y además:
"Soy un pacifista absoluto. Estoy dispuesto a que se me considere opositor o derrotista, sin reservas sobre la guerra ni los métodos de violencia. Esta actitud no solo se basa en la teoría científica, sino también en una profunda aversión y repugnancia por la crueldad y el odio."[3]
El proyecto de M. Paul Boncour en Francia, al igual que la movilización de mujeres rusas, polacas, inglesas, estadounidenses o fascistas-italianas, constituyen, desgraciadamente,
El comienzo de la organización de la gigantanasia militar de la tecnología moderna: para la masacre científica. Será un suicidio colectivo.
La paz mundial se acabó.
Desertemos. No condonemos estos crímenes abominables. En este caso, el fusilamiento equivale a la liberación. Sócrates y Cristo prefirieron ese camino.
Será el nuestro, si es necesario.
La ciencia ha matado la conciencia. O la masacre humana en guerras científicas que derrotan a la tecnología moderna, lo que determinará la extinción de la especie, mediante la muerte o la degeneración, o la salvación mediante la no violencia heroica, en resistencia suprema a la perversidad organizada legalmente por la mediocracia de bandidos o vampiros sociales.
O Gandhi y Einstein o "tanques" y gases y submarinos y aviones y rayos mortales y cohetes guiados por la epilepsia de la fuerza y el poder.
O la bondad evangélica de Gandhi y la sabiduría de Einstein, o el reinado de las industrias pesadas de armas y municiones de los chacales que amasan fortunas a costa del luto, el martirio y la sangre. O la violencia armada y la masacre de toda la humanidad, o la no violencia y el amanecer de una nueva madrugada para el despertar de razón y el despertar de la conciencia —en el conocimiento de la fraternidad—, para nuevos rumbos en busca del pan y el bienestar para todos.
Desafiando la bestialidad inhumana, me uno a la "Internacional de Resistentes a la Guerra", para la acción directa de no cooperación con la masacre caníbalesca que la sociedad civilizada ha preparado para nuestros días. Y me coloco, individualmente, sin obligación de asociación alguna, junto a los máximos exponentes del pensamiento contemporáneo, con Norman Angell (Inglaterra), Nathanael Beskow (Suecia), Harry Kessler (Alemania), el expresidente del Reichstag Paul Lobe (Alemania), Victor Margueritte (Francia), Philip Snowden (Inglaterra), Rabindranath Tagore (India), Barbedette (Francia), Einstein (Alemania), Bertrand Russell, Georges Duhamel (Francia), Arnold Zweig, H. G. Wells, Sinclair Lewis, Han Ryner (Francia), los generales Verreaux (Francia) y von Schonaich (Alemania), y Bratt y Bronskog (Suecia), Remarque (Alemania); todos ellos decididos a desafiar la guerra mediante la no cooperación con la masacre, mediante la resistencia suprema a la violencia organizada por los gobiernos, en la delirante degeneración del exterminio y la crueldad.
Negándome a condonar esta "locura planetaria", presento testimonios de científicos que, convocados por sus respectivos gobiernos, se negaron a prestarse a experimentos con gases asfixiantes para el macabro desarrollo de la tecnología moderna. Ellos son: Profesor Soddy (Gran Bretaña), Profesor Cohen (Países Bajos), Dra. Gertrud Woker (Suiza) — "La Percé" — Runham Brown — "Internacional de Resistentes a la Guerra" — 11, Abbey Road, Enfield (Middlesex) — Inglaterra.
En conclusión: Al igual que los hombres, emocional y apasionada, la mujer se exalta, su mentalidad estandarizada según el tipo masculino común, y es cómplice de sus locuras en el delirio planetario de la guerra. Es la gran mayoría.
La otra parte acepta los hechos consumados, resignada, pasiva y estoicamente, sufriendo los horrores, las lágrimas en la garganta, como una fatalidad social, sin protestar, cediendo a las manipulaciones de todos, sirviendo como instrumentos pasivos en manos de patriotas guerreros, hábilmente manipulados por los trucos del moralaliteísmo religioso.
Se requiere una clarividencia heroica para ver la inconsciencia o la perversidad de quienes se dejan llevar por los hilos de este voraz Guignol del capital y la industria.
Entonces, más coraje para saltar de este trampolín social en desafío a la crueldad legalmente organizada.
Desprecio por la vida — para desafiar la corriente y denunciar a los macabros histriones de esta farsa planetaria.
Y ya hay innumerables hombres y mujeres en todo el mundo dispuestos a retirarse, en un ejército supremo de resistencia, y señalar el camino a la deserción y la objeción de conciencia a las generaciones de jóvenes miserablemente engañadas por los vampiros de la organización social del becerro de oro.
La solución a este angustioso problema no puede ser la pasividad sentimental de las lágrimas ni la trágica pasividad de la resignación femenina, que también equivale a complicidad.
La lucha contra la guerra es una guerra tremenda, la lucha abierta, a vida o muerte, contra todas las fuerzas sociales reaccionarias; es acción directa, la fuerza revolucionaria más poderosa del mundo moderno.
Todos los gobiernos son cómplices, consciente o inconscientemente, de los caníbales civilizados, forjadores de guerras.
Las Naciones no representan nada, no son grandes, ni se alzan mediante la estrategia infernal de sus generales, pero iluminan el mundo a través del genio humano de sus pensadores y artistas.
Unamos nuestras manos y corazones —hombres y mujeres de todas las razas, de todos los credos, todos los seres conscientes del mundo entero, — contra la ferocidad bestial de las guerras de exterminio que se avecinan.
Proclamemos nuestra humanidad: no hay Patrias, no hay fronteras para las leyes naturales.
Todos los humanos son, como Sócrates, ciudadanos del Universo.
Y la Internacional del Pensamiento debe suprimir la bárbara vergüenza de la Internacional Armamentista.
Diciembre - 1932
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[1] Ahora, mujer de Baurú, he venido a buscar a tus hijos, a tus maridos, a tus prometidos, a tus nietos, a tus yernos... — (Del “brillante” discurso de Su Excelencia D. Duarte Costa, obispo de Botucatú, el 25 de agosto en Baurú, cuando organizaba el Batallón de Cazadores Diocesanos).
[2] Entrevista al diário de Praga “Warheit” (La Verd).
[3] Entrevista concedida a pacifistas americanos.
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